lunes, 3 de noviembre de 2008

Don Luis Aguilera

- ¡Don Luis, no me pegue, no me pegue, por favor Don Luis!. Unos gritos desgarradores se escuchan en el aula del desaparecido colegio San Rafael en Zaragoza. Don Luis un profesor sujeta de la solapa a Alberto R. al que tiene empotrado contra la pizarra y a un palmo elevado del suelo. -¡No grites tanto joder, que parece que te estoy matando!, le replica bruscamente el maestro. El frío del invierno de aquella tarde de 1988 fue testigo de aquella terrorífica escena.

Don Luis era un profesor poco usual, las facciones de su cara, su robusta barba y su corpulencia le daban una apariencia primitiva que imponía respeto, yo y otros tantos compañeros tuvimos la mala suerte de que nos tocase como profesor durante 2 años, en 3º y 4º de EGB.

El profesor antes citado tenía costumbres poco habituales y quizás incomprensibles hoy en día, no tanto por los dos paquetes de Ducados que se fumaba al día mientras daba clase, en el aula, claro que él educadamente había preguntado a sus alumnos sí podía fumar, a ver quién le decía que no.

La justicia romana era uno de sus castigos ejemplares a la hora de sancionar a sus alumnos por ser irrespetuosos en clase y hablar durante alguna de sus charlas, la ejecución de esta pena era bien simple, los alumnos sorprendidos que estaban dándole a la sinhueso colocaban sus cráneos frente contra frente dejando una pequeña distancia, entonces Don Luis a continuación estampaba sus cabezas una contra otra con la fuerza de sus manos, de una forma violenta. Los cocotazos también eran otra de sus sanciones preferidas, consistían en un puñetazo en la cabeza con los nudillos, aunque sus delegados de clase, otros alumnos designados por él mismo, pelotas cegados por el terror, también ejecutaban el severo castigo.

La lista de torturas se extendía a algo más de los anteriormente citados. Torquemada era uno de sus juguetes favoritos para ejecutar sus dolorosos correctivos. Se trataba un tablón de madera largo, de un peso considerable que un alumno algo pelota le regaló. El mecanismo esta vez consistía en que don Luis tras sancionar verbalmente al alumno sorprendido hablando en clase decía la palabra magica, Torquemada y entonces el propio alumno convertido en víctima era el que iba a buscar ese trozo de madera que reposaba en una esquina de clase y se lo entregaba al profesor, a continuación extendía su mano y Torquemada dejaba su marca sobre la misma produciendo un profundo dolor. Mis orejas también quedaron rojas como un tomate tras el castigo de La moto cuando Don Luis me descubrió cotilleando mientras como miraba en su armario en el fondo del aula en lugar de estar haciendo mis ejercicios, mis orejas fueron retorcidas salvajemente mientras el repetía el sonido de una moto en alto.

Otros juegos que solía practicar era derramar alcohol de curar heridas a mansalva por la clase presionando el bote con potencia y también derramarlo sobre la espalda de los pobres alumnos, mientras apartaba la ropa de su espalda. También quemó un tiket de compra de un maletín que le regalamos para su cumpleaños tras afirmar a sus alumnos que nunca cambiaría nada que le regalasen sus alumnos.

Su armario de la esquina en el fondo del aula, al lado opuesto de su pizarra era un lugar misterioso, de culto en el que los pobres niños pensábamos que se escondía algo entre lo terrorífico y lo sobrenatural y que nunca llegamos a descubrir.

A Don Luis también le gustaba jugar con sus alumnas favoritas a las que sentaba en su regazo y hacía unas cosquillas inocentes a vista de un niño y algo más perversas cuando ese niño tiene ya más uso de razón pasada alguna década.

Varios años han pasado de esto, vivimos en un mundo mucho más pijotero y ahora son los alumnos los que agreden a los profesores, pero en las retinas de unos cuantos alumnos siempre permanecerá ese terror grabado a fuego, terror a Don Luis Aguilera. Descanse en paz, maestro y no vuelva.

3 comentarios:

  1. Dios mio! bonita pieza de maestro... por un momento me recordó otro que tuve yo en la egb, que fumaba en clase y si t pillaba hablando t pegaba un puntapié en la canilla... pero lo demás que has dicho.. uff...

    Vamos, hoy en dia la cosa está desbaratada totalmente, ni tanto ni tan poco... ni q los profesores avasallen a los alumnos ni al contrario...

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  2. Juas madre mia! Que violento el tío cerdo!!
    Como ha dado la vuelta la tortilla el temita, verdad? yo nací en el 1987 y por suerte no he vivido nada de eso, en todo caso he vivido lo contrario o más bien la transición de pasar del profesor maltratador al profesor maltratado.
    Cuando estaba en el instituto viví alguna que otra historia violenta de algún alumno pegándole a un profesor. El tema es que yo viví ALGUNA escena así y al parecer esas escenas se están multiplicando.
    Este tema me toca la moral. Yo no quiero ni que uno maltrate al otro ni que el otro maltrate al uno pero por desgracia pienso que la violencia siempre estará ahí. Al fin y al cabo somos animales supuestamente racionales o humanos o como queráis llamarlo y por naturaleza siempre habrá algún deforme mental que quiera desahogarse maltratando a los demás y soltar toda su rabia de esa manera. Ojala hubiera alguna solución.

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  3. Yo soy de los que vivio lo de este profesor en vivo y en directo porque iba a clase con Vampi y puedo afirmar que todo lo que dice es cierto.

    Mi caso supongo que tendra alguna explicacion psicológica. Yo soy de los que a pesar de sufrir alguna que otra humillación o bofetón quería bastante a este profesor, así como muchos de los alumnos.Quizá era un poco como la reacción del pobre perro maltratado con su educador o amo o la de la pobre mujer indefensa ante el grandísimo hijo de puta maltratador de su marido, no se....

    Con los años te das cuente lo Gran Hijo de Puta que era este "educador", más cuando recuerdo que el alumno Alberto R. tenía alguna deficiencia mental y física.

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